El cumpleaños más feliz de Rubén Pozo

El músico catalán encandila a un centenar de personas en la Moby Dick con un recorrido por su último disco y sus canciones más emblemáticas


Los momentos en los que se está realmente feliz a lo largo de la vida se pueden contar con los dedos de una mano. Es por ello por lo que conviene acordarse de todos a medida que vaya pasando el tiempo para que, algún día, se recuerden con especial cariño y admiración. Esos segundos pueden ser buscados y encontrados en múltiples sitios, aunque hay que ser claros y sinceros y admitir que estos mencionados segundos son posibles, en la mayoría de los casos, por las personas que se encuentran justo en ese preciso momento haciendo compañía. Todo es mejor si la amistad está entre medias.


Seguro que el protagonista del pasado jueves en la sala Moby Dick madrileña recordará esa noche como una de las más bonitas de su carrera.
Se rompió el aire acondicionado al poco de empezar el concierto. No importó. Rubén Pozo salió de la puerta que daba acceso al backstage, subió las tres pequeñas escaleras del escenario, se colgó esa guitarra acústica negra que esperaba su turno en el soporte y, antes de que pudiese abrir la boca, todo su público le cantó el ‘Cumpleaños feliz’ como regalo. Qué mejor manera de dar por empezar lo que se avecinaba como una velada inolvidable.

Y por supuesto que lo fue. A Rubén se le ve alegre. Y eso se transmite a los que están debajo de las tablas en sus conciertos.



El buen rollo se pega como una lapa. Vampiro abrió la veda. La que da nombre al último trabajo del cantante catalán afincado en la capital. Los temas incluidos en dicho disco iban cayendo poco a poco. De este modo, por los altavoces de la Moby se escucharon Gente, Abel Y Caín y Tras la tormenta. Sin tiempo para ir a la barra a por una botella de agua para combatir al calor imperante.


Si para Rubén todo es mejor con amigos alrededor, no sorprendió a nadie que se subieran a las tablas Ana Diego a los coros y Álvaro Suite a la guitarra para lo que restaba de concierto. Sonrisas y miradas de admiración por doquier. Después de Haciendo lo mío, llegó ese guiño al primer disco en forma de Ozono. Buscar respuestas mirando al cielo aburrido. El trío al completo ya era una realidad. Tras Algo que decirle al mundo, tema incluido en el disco ‘Habrá que vivir’, tocó volver a la realidad más inmediata.


  Me pareces increíble significó una conexión con esa persona especial. La que hace que el tiempo pase volando sin que uno se de cuenta. “Sé que no tengo todo aquello que te mereces…”.


Todo giraba en torno al rock and roll. Nadie de los que abarrotaba la sala situada en la Avenida de Brasil tenía dudas. Ya no eres mi problema fue la antesala de ese riff pegadizo de Tonto de tanto rock and roll. Digno de mencionar es que no perdiera ni un ápice de su esencia en formato acústico. Todo iba sobre ruedas. El tiempo volaba. Rucu Rucu cerró la primera parte de toda esta historia, cuyo segundo capítulo mezcló de manera sumamente acertada temas nuevos con los ya conocidos. Fórmula sencilla pero que siempre da resultado.

Mañana será otro día y Siempre saludaba confirmaron lo que era ya un secreto a voces: la unión de músicos y público. Todos a una. Sin embargo, todavía restaba el jaleo más significativo de la noche. Y este vino de la mano de ese Chatarrero que fabrica con esmero su propio robot. Y por esa Chica de la curva que da palmas a blues y a rocanroles. Hubo tiempo, asimismo, para acordarse de la querida Margot y para sentirse En marcha para todo lo que pueda venir con posterioridad.


Guitarra Española y Chavalita fueron cantadas a coro por todos los allí presentes. Poco importaba la edad. Un camino que concluyó con el afecto más sincero y leal a ese rincón favorito de Madrid. Todo parecía finalizado cuando Rubén salió de nuevo al escenario escudado por su Gibson negra brillante para interpretar T. Rex. 

Un punto y final perfecto para una noche en la que se dejó patente la necesidad de saber rodearse de amigos. Los que hacen posible momentos que serán recordados para toda la eternidad. 

Y la estrella de esta crónica guardó seguro uno de ellos el jueves en los alrededores del paseo de la Castellana. Qué bueno verte de vuelta, Ru.

Texto : Mario de Jaime
+ Fotos: Elena Quintero

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